Durante la noche del 21 de agosto de 1911, el cuadro más famoso del mundo fue robado del Museo del Louvre. Al siguiente día, el personal se percató de que la Mona Lisa había desaparecido. La noticia estaba en boca de medio mundo; el robo del retrato de Leonardo copó la portada de los diarios de todo el planeta.
Al principio, los investigadores pensaron que podría tratarse de un chantaje y que el ladrón pediría un rescate. También les llamó la atención las escasas medidas de seguridad del museo. Se llegó a detener e interrogar a Apollinaire y a Picasso, por aquella época jóvenes artistas de vanguardia, rebeldes que clamaban contra las anquilosadas instituciones artísticas y que, ciertamente, habían estado implicados en la sustracción de alguna pieza del museo.
Sin embargo, los meses pasaron y nada se sabía del cuadro. Luego de dos años se había perdido toda esperanza de encontrar el cuadro.
La Mona Lisa ya ni siquiera aparecía en el catálogo del Museo del Louvre. Sin embargo, a finales de noviembre de 1913, el director de la Galería de los Uffizi y un marchante de arte fueron citados en un hotel de Florencia por un tal «Leonardo», que afirmaba tener en sus manos el retrato robado en París. Tras examinar el cuadro y comprobar su autenticidad, dieron parte a las autoridades y el ladrón fue detenido.
Con información de National geographic